Los guerreros nunca se mueren!!. Solamente nacen para ser admirados en distintos planos. Dónde les toque. Y Alan “Pili” Velázquez es de esos hombres fuertes que despiertan aplausos. Hijo de boxeador se calzó a los guantes a los dieciséis años en el sur pero emigró a Junín para redondear su carrera amateur con el promotor Mario Arano. Debutó como profesional en Santa Rosa, La Pampa a las órdenes de Wilfredo Vilchez. Había nacido curiosamente (cómo quien suscribe) un 8 de agosto de 1995 en Puerto San Julián; donde residió históricamente en el barrio 50 junto a su familia y es además trabajador minero. Trabajó en la mina y a pesar de las limitaciones que imponen el trabajo y la distancia, siempre se las ingenio para mantener su cuerpo como una llave a la victoria.

“Mejores peleas?. No tengo una que elija. Disfruté de todas hasta ahora y confío en que la mejor va a ser la próxima” solía decir Alan quien se tomó en serio su misión para sacarse el gusto de pelear en tierras lejanas: hizo las valijas y partió a Europa en silencio, solo con sus sueños y su enorme corazón. Así peleó en Suiza; España Francia; Ucrania y dos veces en Gran Bretaña, siempre dando batalla, sin medir riesgos, ni pergaminos de sus rivales. Nunca besando la lona, siempre erguido y tenaz. En Liverpool hizo la última, el 6 de diciembre del 2024 perdiendo por puntos con el inglés James Metcalfe. Es que Velázquez había nacido para pelear y para ser un grande, en el ring que cuadre. Perjudicado a veces por enfrentar “al de la casa” pero siempre listo abre cualquier llamado. No solía especular y no importaban mucho los pergamino ajenos porque sobraba confianza propia.

Siempre quiso vivir del boxeo y recorrer el mundo, no le quedó ningún reproche por no intentarlo. “Quisiera aprender toda mi vida”, decia quien admiraba a Manny Pacquiao; el Chino Maidana y el chubutense Lucas Matthysse. El dolor de su partida, duele el doble. Había sido papá recientemente y la vida lo había puesto en ese plan, para terminar de cerrar un ciclo. Queda para Alan Velázquez, el agradecimiento por las emociones y el recuerdo de un gladiador que no será olvidado. QEPD. Ismael Tebes/Piñas del Sur.
