La lógica no pudo torcer la realidad. Saúl Alvarez, el campeón más campeón del boxeo mundial, terminó ganándole por puntos en decisión unánime al cubano William Scull y se convirtió en el rey absoluto de los supermedianos al recuperar el cinturón que le faltaba, el de la FIB que poseía el cubano.
El “Canelo” estuvo lejos de lucir; nunca pudo conectar con continuidad y perdió ampliamente con las piernas de un Scull que pareció estar siempre a resguardo. Y en la madrugada de Riyadh, el mexicano terminó confirmando a Terrence Crawford como su próximo rival, en el mismo ring y como parte del show. Scull terminó perdiendo su invicto, su faja mundialista pero a la vez, casi una rareza, cumplió con la pelea de sus sueños.
El boxeador con pasado en Patagonia se desplazó siempre con inteligencia y extrema velocidad; sostuvo el ritmo y dejó casi siempre fuera de foco a un rival que por momentos se mostró contrariado.
No obstante, “Canelo” dio señales a la hora de proponer; fue hacia adelante, tuvo aciertos motivadores pero estuvo lejos de ejercer un dominio real. Ganó la mayoría de los rounds pero cayó siempre en la “red” que propuso Scull, enfocado de principio a fin en su estrategia.
En el tramo intermedio del match, que ciertamente no terminó de “despegar” en el plano de las emociones, William construyó alguna diferencia cuando logró conectar golpes largos que exhibieron alguna lentitud por parte de Alvarez. Sin embargo. No hubo continuidad y cuando pudo pisar el acelerador, Scull prefirió volver a territorio seguro. Ahí, los laterales le dieron tranquilidad, tocando siempre, estirando un jab ambicioso y sacando de distancia a un “Canelo” no demasiado feliz con el trámite.

El sueño se terminó haciendo realidad, por múltiples razones. William Scull demostró sangre de campeón y que la oportunidad no fue desaprovechada. En Riyadh se terminó fajando con un campeonísimo primera serie mundial a quien terminó llevando a las tarjetas en un pelea que capturó el interés en tres países: Cuba por la raíz, Argentina por el afecto y Alemania por el profesionalismo.
La postal del final, con una especie de “agradecimiento” hacia el campeón por la oportunidad, lo mostró relajado y junto a su hijo, disfrutando el momento. La tarea al fin y al cabo, se cumplió.